Viajar estimula nuestro cerebro. Es más, está científicamente demostrado que el simple acto de pensar en hacer las maletas, genera una serie de sustancias químicas que nos hacen sentir bien, felices y motivados.
La antesala de cualquier viaje es un momento especial, ya que no se trata únicamente de reservar los billetes, elegir alojamiento o preparar una lista de los sitios que quieres visitar, sino de imaginarte a ti mismo viviendo la experiencia. Esa visualización provoca, al menos en mi caso, una mezcla de nerviosismo y adrenalina que resulta tremendamente satisfactoria.
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